Hacer video mapping no es simplemente apuntar un proyector hacia una pared. Detrás de cada espectáculo hay un proceso creativo y técnico que requiere precisión y, sobre todo, profesionales que sepan cómo llevarlo a cabo.
Para empezar, lo primero que se necesita es conocer la superficie donde se hará la proyección. No es lo mismo trabajar sobre la fachada de un edificio con ventanas y columnas que sobre una estatua o una fuente en movimiento. Aquí entra el mapeo, que consiste en usar softwares especializados para digitalizar la superficie y adaptarla como si fuera un lienzo perfecto.
Después viene la magia del diseño: los artistas digitales crean imágenes, videos y efectos que se ajustan a las formas, colores y texturas de la estructura. Incluso se puede añadir sonido, logrando una experiencia inmersiva que combina lo visual con lo auditivo. Es aquí donde el mapping realmente cobra vida, porque todo se calcula para que las proyecciones interactúen con cada detalle de la superficie, aprovechando sus características para generar ilusiones ópticas increíbles.
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Pero no basta con buenos proyectores y software avanzado; lo más importante es contar con expertos que sepan cómo usar estas herramientas. Desde ajustar las proporciones hasta sincronizar imágenes con música o movimientos, cada paso requiere precisión. Un mal cálculo puede arruinar el efecto, mientras que un trabajo profesional asegura que el resultado sea espectacular. Por eso, si alguna vez te has sorprendido con un video mapping impresionante, ahora sabes que detrás hubo mucho más que solo tecnología: hubo talento, creatividad y un gran equipo haciendo magia.